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Reciprocidad


Tengo una perra.

Se llama Layka.

Cuando salimos, ella busca una piña.

La toma entre su mandíbula. La muerde un poco. La deja caer… Ahí empieza el juego.

La arrojo. 
           La atrapa. 
                      La acerca. 
                                 Intento atraparla. 
                Vuelve a dejarla caer. 
La lanzo de nuevo.

Pienso que esta imagen tiene que ver con el aprendizaje: es una ida y venida.

Aprendo de todos los elementos de mi entorno. De hecho, lo que me gusta de la enseñanza es que no paramos de aprender.

Pienso la docencia -en mis relaciones, dicho sea- como esta danza de reciprocidad. 

En el intercambio no me interesa estar al mando, sino aprender, en eso reside la reflexión colectiva de este proceso.

Así es más divertido -pienso yo. 

Es crear. Es estar activa, estar contenta, trabajar en un objetivo y, sobre todo, 

compartirlo.






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